(Una leyenda triste escrita desde mi corazón)
Ser meiga implica algunos compromisos. Y hoy, este es el mío. Hablar de una leyenda triste.
Una leyenda irlandesa que cuenta que las hadas al convivir con los humanos se implican en todo lo que les sucede. Sufren y se alegran con las cosas que ocurren en su mundo y muchas veces expresan esas emociones con lágrimas.
Las lágrimas de las hadas pueden ser de alegría y cuando es así, cuando las hadas lloran por las cosas hermosas que el hombre inventa, como la música, la poesía o el arte en general, sus lágrimas se convierten en piedras preciosas que ella engarzan y van dejando por todas partes, para adornar las casas, las calles, las orillas de todos los mares y cada espacio conocido. Y por eso, a menudo, vemos diminutas esferas brillando en la oscuridad de la noche sin que podemos explicar que son, ni que las produce.
Pero cuando las lágrimas de las hadas son amargas, todos los rincones de los bosques y todos los seres que reconocen ese llanto, se apenan y se conmueven con el y tratan de consolar la tristeza del llanto de las hadas, dibujando para ellas arco iris y convocando al viento para que las acune en sus manos y las calme.
Se dice que las hadas lloran sobre todo por los niños. Por las injusticias y el dolor que se les causa.
Es cierto lo que os cuento. No lo digo por decir, esa leyenda existe.
La Hadas lloran amargamente cuando los niños pasan hambre, frío o son maltratados y padecen el peor de los males, el miedo.
Ayer, viendo unas imágenes en un telediario, recordé esa leyenda.
Y pensé en compartir con vosotros, mis amigos, la certeza, de que las hadas deben de estar llorando estos días más que nunca lágrimas de dolor e importancia, contemplando a todos los niños que sufren malos tratos e incluso mueren a manos de sus padres,
Por eso os pido que pensemos en ellas. En las hadas. Hoy de manera diferente a como solemos hacerlo.
Y las abriguemos con nuestro pensamiento.
Y prendamos una vela blanca en este domingo de Luna Llena, por ellas, por su dolor.
Y por todos los niños a los que la maldad o la estupidez de los adultos convierten en victimas inocentes