La abuela solía pactar con los árboles.
Con los árboles, o con las entidades mágicas que los habitan.
Dependiendo de lo que intentaba conseguir elegía un árbol determinado y realizaba sus rituales mágicos invocando a las deidades bajo sus ramas
El abedul, el sauce, el roble
Cada uno de ellos tenía una función diferente.
Cuando la abuela quería ayudar a algún enfermo a salir adelante, preparaba una pócima con aceite de oliva. tomillo y azafrán y al atardecer se iba en busca de un pino solitario.
Durante unos segundos se abrazaba a su tronco y susurraba unas pocas palabras con las que establecía una especié de pacto con el. Pude entender que hacia alguna promesa como visitarlo en días determinados o que, si todo salía bien, pondría en sus ramas cintas de colores, todo a cambio de la salud de la persona enferma.
Luego escribía con el dedo índice humedecido en la pócima el nombre de la persona sobre la corteza del roble.
Parece algo muy simple pero estoy segura de que las entidades mágicas respondían al pacto de la abuela porque muchos enfermos mejoraban a partir de esa sencilla ceremonia.
Ya sabes, cosas de la abuela, cosas de meiga