Lo celtas creían firmemente que la hiedra que trepaba por las rocas y los árboles de sus bosques tenía propiedades asombrosas.

Veían en ella el símbolo de la tenacidad, la fuerza, y la resistencia. Es difícil arrancar la hiedra cuando se adhiere a una superficie.

Por eso la utilizaban como base de muchos rituales y hechizos, para construir barreras contra los enemigos, unir y consolidar parejas, o sanar a los enfermos colocando sobre su lecho ramilletes elaborado con ramas pequeñas de árboles sagrados y básicamente con las hojas de la hiedra.

Pero el uso más importante que los Celtas le daban a esa planta trepadora era el de la protección de los guerreros en las batallas. Tenían por costumbre cubrir parte de su cuerpo o engarzar en sus armas algunas lianas de la planta que para ellos significaba protección contra todo mal.

La hiedra es, además, la gran protagonista de las ceremonias Celtas. Con ella como base se elaboran las guirnaldas, los ramos y las coronas con las que nos adornamos en todas nuestras fiestas.

La costumbre es que has de conservar una hoja de la hiedra que haya adornado algún detalle de tu solsticio, de un equinoccio, de la boda, del bautizo de uno de tus niños…siempre en alguna cajita de nácar. Eso, aseguran, potenciará la suerte y te protegerá de los enemigos que traten de dáñate.

Muchas peticiones en rituales y trabajos mágicos se escriben sobre una hoja de hiedra en lugar de sobre un papel, especialmente las peticiones de salud, fuerza, energía y amor.

En mi jardín toda una pared está cubierta por esa planta prodigiosa.
Si alguien quiere unas ramitas…que se acerque a buscarlas.